Aunque hay un millar de médicos más en la primaria, apenas supone una diferencia de un 4% más, prácticamente lo que ha crecido la población en este tiempo (un 3%). Son ciudadanos más envejecidos, que requieren cada vez de más atención. Según un informe del propio ministerio, faltan 4.500 doctores para cubrir las necesidades.
Todo esto se une a otro factor decisivo para la saturación del sistema: la población general tiene más demandas sanitarias que antes de la covid. Las consultas médicas en primaria han crecido un 9%, y ante el atasco, muchas personas se van directamente a las urgencias (que están saturadas) aunque no haya una verdadera emergencia o a la privada, cuyos clientes no han parado de crecer en estos años: uno de cada cuatro españoles tienen un seguro privado.
Hay más razones para el colapso: el absentismo laboral, que ha crecido en todos los sectores en estos cinco años, lo ha hecho notablemente en el sanitario, que ya de por sí era uno de los más altos (ha pasado del 8,6% al 10,8%, según los informes de Randstad). Para esto puede haber muchas explicaciones, pero en el caso de los médicos hay consenso de que influye que están “quemados”: más de la mitad presenta signos del denominado síndrome del burnout.
Sáez enumera varios problemas que tienen que ver con la falta de médicos, con el descuido inevitable que la pandemia supuso sobre el seguimiento a los pacientes crónicos, que todavía se nota. “Pero el cambio, sobre todo, es social. Igual que antes, si tenías un dolor de cabeza o una tosecilla, te tomabas un paracetamol, ahora hay un aumento de la asistencia al médico. Todos buscan que sea lo más urgente, lo que demora mucho la atención”, subraya. En su opinión, es necesaria una educación en salud para que los ciudadanos sean capaces de distinguir mejor cuándo requieren ir a la consulta.
Paloma Repila, portavoz del sindicato de enfermería Satse, subraya la necesidad de más enfermeras: “Aunque se reforzaron las plantillas, en muchos casos se desmantelaron los equipos y no es suficiente para un déficit estructural que el propio ministerio ha cifrado en 100.000 profesionales”. A esto suma que cada vez la prestación de servicios se incrementa: hay más cribados, más tecnologías, lo que también aumenta los procesos.
Otro de los deberes que impuso la covid fue el de contar con unas reservas estratégicas de materiales para que no nos sorprendiesen sin mascarillas u otros equipos de protección, o sin suficientes de ventiladores mecánicos, algo crucial, pues los virus respiratorios son los más tendentes a causar pandemias. Por “seguridad nacional”, no se hace público lo que hay en estas reservas. Pero el secretario de Estado de Sanidad, Javier Padilla, defendía esta misma semana en la SER que hay equipos suficientes para hacer frente a una posible nueva crisis sanitaria y que se está trabajando en un protocolo para ir renovándolos de forma que se puedan usar antes de que caduquen (siempre que tengan un uso cotidiano).
“Tenemos que tener una cosa muy clara: una reserva estratégica supone pagar por unos productos que puede que no vayamos a utilizar nunca, pero que tengamos la seguridad que si algo malo ocurre vamos a poder tirar de ellos sin tener que esperar a las cadenas de comercio internacional y que pueda pasar lo que todos conocemos con la pandemia de covid”, subrayó Padilla.
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Source: elpais.com