Las redes sociales han obligado a las fuerzas policiales a revisar con urgencia sus protocolos. Cuando todavía no se había disipado el pasado lunes el terror de las calles de Liverpool, después de que un Ford Galaxy oscuro arrollara a decenas de aficionados que celebraban la conquista del título de la Premier League, las teorías incendiarias ya circulaban en internet.
La policía de Merseyside, responsable de la investigación del incidente, tomaba la inédita decisión de publicar, apenas dos horas después de arrestar al conductor, algunos de sus datos personales: “Blanco, británico, de 53 años”. A la vez, pedían a los ciudadanos que frenaran en seco cualquier especulación sobre la autoría.
A finales del pasado julio, tres niñas (de nueve, siete y seis años) fueron brutalmente asesinadas a cuchilladas en Southport, durante una clase de baile. Otros ocho menores y dos adultos resultaron heridos. La policía decidió seguir el protocolo y ocultar la identidad del sospechoso, que entonces era menor.
Enseguida surgieron noticias falsas, que atribuían la matanza a un ciudadano sirio, Ali al Shakati. El nombre, completamente ficticio, apareció en Channel3 Now, una controvertida plataforma informativa con vínculos rusos. Otros mensajes sugerían que el presunto asesino era un refugiado asilado en el Reino Unido que había llegado al país en una pequeña embarcación.
, con intentos incluidos de incendiar alguno de los hostales que dan cobijo a los inmigrantes irregulares llegados al Reino Unido, reveló de inmediato los problemas que provocaba la falta de transparencia policial. El juez Andrew Menary decidió permitir que se revelara la identidad del principal sospechoso: que huyeron del genocidio perpetrado en aquel país a mediados de la década de los noventa. Se trataba de un adolescente con serios problemas de salud mental, un historial académico conflictivo, y obsesión por la violencia, que le llevó a adquirir por su cuenta un manual de lucha de Al Qaeda.
Era el mismo hombre al que la multitud hubiera querido linchar el lunes, cuando rompió los cristales de su vehículo e intentó sacarle a la calle. Un grupo de policías tuvo que protegerle de la rabia ciudadana. A falta de la verdad judicial, algunos medios como el Daily Mail ya han contado que Doyle fue víctima de un ataque de pánico, al acabar en medio de la concentración, sin poder avanzar, después de haber acercado a un amigo hasta un lugar de la ciudad.
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Source: elpais.com