Polonia entra en un periodo incierto de inestabilidad política. El resultado de las elecciones presidenciales del domingo ha eliminado de golpe el margen de maniobra del Gobierno liberal para completar su agenda reformista. También le ha arrebatado la legitimidad para emprender unos cambios que la mayoría de la sociedad polaca ha rechazado al elegir como jefe de Estado a Karol Nawrocki. El candidato nacionalista apoyado por el partido ultraconservador Ley y Justicia (PiS) ha llegado precisamente a la jefatura del Estado con la promesa de ser un muro de contención frente al poder del Ejecutivo del primer ministro, Donald Tusk.
Tusk, en una comparecencia este lunes en la que anunció que presentará una moción de confianza, avanzó que acelerarán las reformas con independencia de que el presidente decida boquearlas. Según dijo, tienen preparado un plan de contingencia ante la posibilidad de una “cohabitación complicada”. “Quiero que todo el mundo vea, también nuestros oponentes dentro y fuera del país, que estamos preparados para esta situación, que comprendemos la gravedad del momento, pero que no tenemos intención de dar un paso atrás”, añadió.
En octubre de 2023, cuando los polacos decidieron poner fin a ocho años de Gobierno ultraconservador, se respiraba euforia entre los liberales en Varsovia y en Bruselas. Poco más de un año y medio después, la popularidad del Gobierno polaco está en mínimos y su capital político se ha volatilizado en buena parte. En enero de 2024, poco después de tomar posesión, la tasa de aprobación del Ejecutivo era del 38%, según CBOS, el organismo demoscópico público. En mayo de este año, estaba en el 27%.
La coalición formada por partidos liberales que van desde el centroizquierda a la derecha agraria solo compartía una cosa: ser anti-PiS. El Gobierno puso empeño en saldar cuentas con los ultraconservadores, en una campaña que por momentos pareció una vendetta, pero otras promesas quedaron de lado. Ya se ha convertido en meme la lista de 100 compromisos para los 100 primeros días con las que se presentó Tusk, de los que apenas se han entregado una veintena. Los votantes se impacientaron, se desilusionaron y se apartaron del proyecto que venía para cambiarlo todo.
El Ejecutivo siempre tuvo en su contra el contrapoder que ejercía PiS desde la jefatura de Estado, que ocupa Andrzej Duda hasta que en agosto dé el relevo a Nawrocki. Con su poder de veto, el presidente puede bloquear cualquier proyecto legislativo y se necesita una mayoría parlamentaria de tres quintos para revertirlo. A veces esa potencial censura, que es real, ha sonado también como excusa.
El otro gran asunto pendiente era la reforma del Tribunal Constitucional, también ocupado por jueces nombrados por PiS. El Ejecutivo liberal lo considera ilegítimo y ha ignorado sistemáticamente sus fallos, que no ha publicado en el boletín oficial. La coalición presentó un proyecto de ley al Parlamento “que era bueno”, según Szuleka, que Duda bloqueó. Desde que Tusk llegó al poder, se han abierto, sin embargo, tres vacantes en el tribunal y el Gobierno no ha hecho ningún intento aparente de buscar jueces independientes, en diálogo con la oposición. “Es más fácil tener un Tribunal Constitucional al que ignorar y culpar”, afea la jurista.
Duda, doctor en derecho, ponía resistencia a cualquier reforma judicial. El presidente nombra a cargos como los jueces, y el jefe de Estado rechazaba que se cuestionase sus designaciones. Pero el Gobierno probablemente acabe echando de menos a Duda ante el estilo duro y hostil del nuevo presidente, que no permitirá cambio alguno en el ámbito judicial, según los expertos.
La victoria de los liberales en 2023 estuvo impulsada por el voto de las mujeres y los jóvenes. La coalición los ha decepcionado y ha perdido su apoyo, aunque las mujeres votaron más a Trzaskowski que a Nawrocki, el partido más respaldado por la juventud fue la extrema derecha de Confederación en la primera vuelta, y el candidato de PiS en la segunda.
En una clínica recién abierta a un paso del Parlamento en Varsovia, donde las mujeres pueden ir a recibir apoyo en el proceso de abortar, Zofia Marcinek, de 31 años, ratificaba la desilusión de muchas mujeres con el Gobierno. Dos días antes de las elecciones, Marcinek, del grupo Abortion Dream Team, auguraba que, si ganaba el ultraconservador, “las cosas solo empeorarán”. “Su presidencia abrirá la puerta a una derecha más radical”, añadía. La esperanza de las mujeres sobre sus derechos reproductivos se evapora definitivamente con la llegada de Nawrocki.
El presidente también tiene influencia en la política internacional y de defensa, con el nombramiento de embajadores, la cúpula del ejército y funciones de representación en foros internacionales como la OTAN. El cambio más drástico que se espera con el nuevo jefe de Estado tiene que ver con Ucrania. Confederación introdujo hace ya un tiempo en el debate público una crítica a las ayudas sociales a los refugiados ucranios, que los polacos habían acogido en masa con el inicio de la invasión rusa. El mensaje fue calando en la sociedad y los partidos tradicionales fueron adoptándolo también, incluido Plataforma Cívica, de Tusk. Nawrocki, con el lema trumpista ajustado —“los polacos, primero”—, aboga por retirar las ayudas sociales a los refugiados.
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Source: elpais.com