La calamidad espabila al Madrid

El Real trataba de ajustarse al territorio, medía las distancias entre sus efectivos, los espacios en los que se movía el rival y escogía el lugar donde levantaba la línea defensiva. Es un equipo todavía en una fase introspectiva lógica. Se mira a sí mismo antes que al partido. Es un grupo que ha podido ensayar poco el baile de fin de curso y ejecuta la coreografía un poco a destiempo. Más bien tarde.

Con uno menos, el turco y Bellingham se encargaron de amasar la pelota, ponerla lejos del alcance de Pachuca para que no pudiera castigarle la espalda. Los pases de Palavecino y los movimientos de Kenedy y Rondón suponían un sobresalto siempre al acecho. Pero el centro del campo, al que le costó domar el duelo con Al Hilal, gobernó una situación de mucho riesgo. Valverde, que hace muchas cosas cuando más se necesita, consiguió disimular la inferioridad con un despliegue formidable para barrer todo el medio.

Por delante, Gonzalo demostró el entendimiento del juego de quien acumula ya muchas batallas en la élite. Aparecía siempre en el lugar y en el instante necesarios para dar una salida en el paisaje apretado que deja jugar con uno menos. Ofreció el apoyo para abrir a la banda a Fran García en la jugada del gol de Bellingham. Y le dejó la pelota a Güler para el segundo con un pase luminoso en el área. Toque a toque, el Madrid desactivó al animoso Pachuca, sin quedarse solo en ese adormecer el partido. Volvió a acelerar, Brahim puso el balón en el área y Valverde se quitó algo del peso del penalti fallado contra Al Hilal marcando con la puntera.

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