La cumbre de la ONU en Sevilla impulsa el multilateralismo con un texto de consenso, a pesar de la retirada de EE UU

Hay dos maneras de acudir este lunes a la IV Conferencia de Financiación para el Desarrollo de Sevilla: celebrando como una victoria que más de medio centenar de líderes mundiales apuestan por el multilateralismo, miran al Sur Global e intentan fijar bases para reformar la maltrecha financiación al desarrollo en un mundo de conflictos y recortes; o lamentando que la declaración final sea tibia, no responda a cuestiones urgentes como la crisis de deuda en los países de menos recursos y pueda tener escaso impacto, ya que Estados Unidos, el mayor donante del mundo, es el gran ausente de la reunión.

El Compromiso de Sevilla es el documento adoptado por consenso con vistas a la cumbre —que comenzó ayer con reuniones preparatorias y entra de lleno en materia este lunes— tras un año de negociaciones. Ese consenso fue posible, paradójicamente, porque EE UU se desmarcó del documento final y no tiene intención de estar presente en una cita que representa todo lo que la actual Administración aborrece. La vicesecretaria general de la ONU, Amina Mohammed, lamentó esta semana su ausencia, que sigue al recorte “catastrófico” de su ayuda al desarrollo.

Pero, ¿se puede repensar la arquitectura de la cooperación mundial sin EE UU, que hasta hace pocos meses era responsable de más del 40% de la ayuda al desarrollo que circula en el mundo? “Seguiremos animándoles a que se sumen a la conversación”, dijo Mohammed.

La retirada de Washington de Sevilla se ha visto provocada por cuestiones innegociables para el país, como que se tripliquen los préstamos de los bancos de desarrollo, los cambios en las normas fiscales y el uso del término “género” en el documento final. Pero según negociadores presentes en los debates, “cuando los representantes estadounidenses salieron de la sala, hubo un cierto alivio e incluso representantes de movimientos sociales que aplaudieron”.

En el documento final de la capital andaluza, se hace una radiografía de las grandes asignaturas pendientes para lograr un mundo más justo: reestructuración de la deuda, financiación de la lucha contra la emergencia climática, los porcentajes deseables de ayuda al desarrollo, el papel del sector privado, la necesaria transformación de un sistema de cooperación obsoleto, muy fragmentado y por tanto ineficaz, o la transformación del sistema fiscal, por citar algunos ejemplos.

Para María Fernanda Valdés, en comparación con lo acordado hace una década en la precedente cumbre de financiación al desarrollo celebrada en Adís Abeba, el compromiso de Sevilla ofrece más respuestas institucionales concretas: cambio de deuda por desarrollo, inclusión de países de ingresos medios el llamado Marco Común del G-20, que permite un tratamiento coordinado de la deuda en el que participa una amplia gama de acreedores, y sistemas de evaluación de sostenibilidad con un enfoque de desarrollo.

Hacen falta más de 4 billones de dólares al año para cumplir en 2030 con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, es decir, para garantizar condiciones de vida dignas a la mayoría de la población mundial. Pocos, muy pocos países, han llegado al 0,7% de su PIB en ayuda oficial al desarrollo. En 2025, la OCDE estima un retroceso del volumen total de ayuda al desarrollo de entre 9 y el 17%, debido a los recortes de Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Alemania entre otros.

Cuando se compara el Compromiso de Sevilla con el documento firmado hace 10 años en la cumbre precedente, celebrada en Adís Abeba, capital de Etiopía, queda claro que hay “una evolución significativa”, estima Valdés, “tanto en ambición política como en acciones concretas”.

Para Aparici, Sevilla “pasa de un enfoque cuantitativo a uno de carácter más cualitativo”, es decir, a medir la eficacia de la cooperación más que el dinero que se le dedica.

En otra parte del Compromiso de Sevilla se insiste en que “se agota el tiempo para hacer frente a los efectos adversos del cambio climático”, pero para Carlos Lopes, catedrático de la escuela de gobernanza pública de la Universidad de Ciudad del Cabo, en el documento final persiste “la separación artificial entre financiación para el clima y financiación para el desarrollo, a pesar del reiterado reconocimiento de que tales divisiones no son útiles en la práctica”.

Valdés, presente en las negociaciones climáticas, admite que hubo posiciones opuestas entre algunos países productores de petróleo y otros. “La solución fue llegar a un punto intermedio, que no implique volver 10 años atrás, pero tampoco adoptar nuevos compromisos”, dice.

“El sistema está fallando a quienes debería mejorarles la vida”, han recalcado durante las negociaciones los responsables de la ONU. Por eso, el desafío de este compromiso de Sevilla era redefinir el sistema financiero del futuro para avanzar hacia el desarrollo sostenible. “Este documento es profundamente frustrante y decepcionante”, asegura Marisol Ruiz, de la sociedad civil. “Y no se puede decir que ha triunfado el multilateralismo”, agrega.

Pese a todo, la sociedad civil insiste en que seguirá trabajando para que temas como la justicia fiscal o la deuda se debatan en el seno de la ONU, “donde los países tienen la capacidad de negociar más o menos en equidad, algo que no ocurre en otros marcos, como la OCDE o el Banco Mundial” en palabras de Ruiz. Que aparezca la idea de un marco negociador en la ONU en el Compromiso de Sevilla significa que a partir de ahora, el secretario general de la ONU puede lanzar el proceso.

Para Lopes, en definitiva el Compromiso de Sevilla es sobre todo “una victoria de palabras” que no bastará para “resolver las dificultades estructurales a las que se enfrenta el sistema de financiación para el desarrollo”.

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.