El adiós de Messi deja al Mundial de Clubes y a la FIFA sin su gran reclamo individual

Si el Real Madrid es con diferencia el mayor gancho popular con el que cuenta la FIFA para vender su novedoso y oneroso Mundial de Clubes en Estados Unidos, el adiós de Leo Messi tras la eliminación del Inter de Miami a manos del PSG (4-0) supone la ausencia del mayor reclamo individual que tenía esta primera edición del torneo. Ni Vinicius Junior, ni Kilyan Mbappé, ni Harry Kane, Vitinha o Rodri, por citar algunos de los grandes nombres que aún compiten, tienen el tirón de Messi en Estados Unidos. El futbolista aglutina la admiración de todas las comunidades que conviven en el país. Latinos, asiáticos, afroamericanos y blancos nativos paseaban por los alrededores del Mercedes Benz ataviados la gran mayoría con camisetas de Messi. Su presencia en Atlanta llenó otro estadio más, además de los generados en Miami, donde ejerce de local.

La participación del astro argentino siempre estuvo en la cabeza de Gianni Infantino como sujeto imprescindible para impulsar y promocionar la onerosa competición que ha creado. La inclusión del Inter de Miami estuvo envuelta de polémica desde que se dio a conocer su elección por delante de otros clubes estadounidenses con más historia y pedigrí ganador. La FIFA reservó una plaza para un equipo del país anfitrión y la concedió en octubre de 2024. El criterio esgrimido, sin haber sido público hasta el momento de la selección, fue que la entidad participada por David Beckham había ganado la Supporter’s Shield. El galardón, previo al inicio de las eliminatorias por el título de la MLS, premia al mejor equipo de la temporada regular y el Inter de Miami batió el récord de puntos (76).

Fuentes conocedoras del proceso de selección de equipos admiten que no hubo quejas formales ni del Columbus Crew, ni de la MLS, también interesada para su consumo interno en que el elegido fuera el Inter de Miami de Messi. En Europa o Sudamérica la decisión no hubiera podido ser tan arbitraria. La industria del fútbol está cada vez más impregnada del neoliberalismo más feroz, pero todavía teme al romanticismo de los aficionados que fruncen el ceño cuando ven cuestionados los méritos deportivos para ingresar en las competiciones. El estrepitoso fracaso del primer modelo de la Superliga fue el mayor ejemplo.

En el imponente estadio Mercedes Benz, de techo cubierto y con una estructura fina y transparente que también cierra los espacios abiertos de las fachadas laterales, Messi digirió la realidad del fútbol en el que compite ahora.

Cualquier jugador detecta cuándo tiene que aceptar la resignación ante la superioridad manifiesta de un contrario. No iba a ser menos con el considerado por muchos el mejor jugador de la historia, aunque los coetáneos de Di Stéfano, Pelé, Maradona, Cruyff o de su némesis, Cristiano Ronaldo, también puedan esgrimir argumentos que, cuando menos, discutan ese reinado. Leo Messi, después de que el PSG redujera a la nada al Inter de Miami y a él mismo para cerrar la eliminatoria con un contundente 4-0 en el primer tiempo, no se escondió tras la tunda recibida. Ya durante el partido había defendido su orgullo permaneciendo en el terreno de juego los 90 minutos. Y ante la prensa fue sincero y rotundo: “Fue un poco lo que se esperaba, ¿no? Jugamos contra un equipo que viene de ganar una final de Champions por 5 a 0 al Inter de Milán. El PSG hoy es el mejor equipo del mundo, sin dudas. Es normal que pase lo que pasó“, defendió Messi en una entrevista con Dsports.

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