Basta un simple vistazo para comprobar las siete diferencias, la disposición de uno y otro de cara a la gran final de este domingo en Londres (17.00, Movistar+). Si Carlos Alcaraz accede al área de entrenamiento con gesto amable y bromea, “¿tutto bene, Jannik?”, el rostro imperturbable de Sinner no se altera un ápice y mientras el murciano comienza la sesión a medio gas, con algún que otro descanso a la sombra, apariencia relajada y peloteando suavecito, la derecha del italiano escupe bolazos de manera dura, mecánica y repetitiva, sin cesar. Son dos universos que convergen otra vez,. Esto es Wimbledon, todo es diferente. O tal vez no.
Pese a que uno y otro coincidan en desligar un episodio de otro, resulta difícil que el empellón anímico encajado por el número uno se haya quedado enterrado en la arcilla de París. Así lo demuestran los hechos. Díganse esos reencuentros entre Rafael Nadal y Roger Federer, que al suizo, plenipotenciario entre 2003 y 2007, le producían urticaria por la mera presencia al otro lado de la red del chico que llegó para azotarle en su propio reino; o, del mismo modo, los quebraderos de cabeza y la inquietud permanente que sufría el español ante las interminables reuniones con un tal Novak Djokovic, el maestro de los jeroglíficos, prácticamente indescifrable. Para unos y otros, irremediable el constante cruce de caminos. Siempre al límite.
Alcaraz se ha impuesto en los cinco últimos duelos, todos los disputados desde el año pasado; los tres últimos, finales. Es decir, desde el punto de vista psicológico y competitivo, amén del dominio de la superficie, el de El Palmar parece partir con un par de palmos de ventaja porque además recuenta los cinco grandes broches que ha afrontado por victorias. Sin embargo, recela. Desconfía, lógicamente, de la capacidad regenerativa de un competidor del calibre de Sinner. “Como gran campeón que es, Jannik aprende de todo, también de las derrotas, del día a día. Estoy seguro de que esta vez va a ser más fuerte tanto física como mentalmente; seguro que va a volver al cien por cien”, advierte.
A lo largo de estas dos semanas, el transalpino ha progresado en línea recta y sin hacer ninguna concesión. Solo una mala caída que le lastimó el codo en los octavos, contra Grigor Dimitrov, desvió su paso sin mayor repercusión; primero temblores y luego fortuna, por la retirada del búlgaro. El resto, un paseo. Categórico en la estadística al servicio —solo ha concedido cuatro roturas y defiende el 95% de sus turnos—, mantiene el registro y edifica su juego desde el fondo; en cambio, Alcaraz asoma de nuevo como un competidor indetectable, con un catálogo estilístico más amplio que le permite hacer ajustes y replantear la fórmula en función de las necesidades. Sucedió, sin ir más lejos, en la remontada de Roland Garros.
Será la segunda vez que se encuentren en La Catedral, después del capítulo de los octavos de 2022, cuando prevaleció el actual líder del circuito. En todo caso, transmiten uno y otro que nada tendrá que ver lo que suceda esta vez. “Ahora somos jugadores completamente diferentes. Creo que el movimiento es lo más difícil e importante sobre hierba, y el de Jannik es increíble. Se desliza con ambas piernas como si jugara en tierra”, subraya. Sinner, por su parte, asegura que aborda “con ganas” el reto y que el murciano, lógicamente, “parte como favorito” porque ya hecho cima dos veces en el torneo. E insiste: atrás quedó lo de París, el revolcón tras las cinco horas y media de brega.
Wimbledon no contemplaba una final tan joven desde que Nadal y Federer se midieran en la de 2006, cuando el de Basilea tenía 25 años y el mallorquín le retó por primera vez sobre el verde con 20. A ese litigio se sumó también Djokovic, que dinamitaría el pulso a dos y terminaría imponiéndose en la gran carrera histórica de todos los tiempos.
Entre los tres sumaron 69 grandes y establecieron una tiranía que apenas admitió intromisión. En concreto, entre 2003 y 2023 al menos uno de ellos se hizo con algún título. Ahora quienes se han apropiado del circuito son Alcaraz y Sinner, que han ganado los siete últimos en juego, nueve de 12 desde el US Open de 2022.
Entonces se coronó por primera vez el murciano, que este domingo podría emular si encadena el doblete Roland Garros-Wimbledon por segundo año seguido al legendario Björn Borg. El sueco lo consiguió tres veces. También se hicieron en un mismo año con los majors europeos Rod Laver (1962 y 1969) y Nadal (2008 y 2010), pero no de forma consecutiva.
Para el encuentro de hoy se prevé una temperatura de 29º. Dará comienzo por primera vez a las 17.00, en lugar de las 15.00, el horario habitual; el motivo, las audiencias televisivas.
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Source: elpais.com