Lloraba David Martín, el seleccionador, lloraba Unai Aguirre, el portero, lloraba Álvaro Granados, el goleador, el Pistolero, que acababa de meter cinco. Lloraban los gigantes, sumergidos bajo el agua, para que no se les viera, lloraban sin vergüenza, a plena luz, porque habían alcanzado el final del camino de forma gloriosa, habían ganado el oro, el segundo oro Mundial de waterpolo que conseguía esta generación, pero todos sabían que no hay más triunfo que el del tiempo, y el tiempo señalaba que debían despedirse de un amigo. Felipe Perrone acababa de retirarse. Dijo adiós en el preciso momento en que el árbitro dio fe del 00:00 del cronómetro y promulgó el final: España 15, Hungría 13.
Quizás en ese instante, los dos banquillos y los 14 jugadores sumergidos en la piscina comprendieron que España había ganado el oro. Pero Neptuno le debía un homenaje al héroe. Cuando el árbitro señaló la reanudación, a falta de 20 segundos para el final, Perrone y Biel hicieron un tuya-mía y el capitán, perseguido por Nagy, se quedó solo ante el portero y en un gesto agónico empleó el último balón de su carrera de 25 años de Mundiales para meter el postrero gol de España. Al emerger, hizo un giro señalando a las gradas, y el pabellón de Singapur estalló en una ola de gritos, trompetas y tambores. De pie junto al rebosadero, David Martín, el seleccionador, miró al cielo y no pudo contener las lágrimas mientras Unai Aguirre, el portero titular, corría hacia él desconsolado. Como si hubiera perdido algo en el preciso instante en que fue consciente de que había ganado el oro.
[Noticia de última hora. Habrá ampliación en breve]
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
Source: elpais.com