La ‘Operación Peluche’ saca de sus escondrijos a 27 pederastas prófugos en nueve meses

Javier F. M., alias El Choki, dormía en su velero atracado en el club náutico de Cartagena (Colombia) cuando la policía de este país lo detuvo. El Choki no preguntó por qué. No hacía falta. Sabía que un juzgado de Málaga había ordenado su busca y captura hace cinco años, acusado de agredir sexualmente a, al menos, tres menores. Una de ellas era una niña de 13 años amiga de sus hijas y que pasaba la noche en su casa. El fugitivo, de 53 años, había estado desplazándose en su barco por el Caribe para eludir la cárcel. Lo consiguió hasta que el Grupo II de la Sección de Localización de Fugitivos de la Policía Nacional siguió el rastro del dinero con el que se mantenía y, con ello, localizó compras recientes hechas en comercios en la localidad costera colombiana. La información fue facilitada a la policía de este país, que el pasado 26 de julio lo arrestó, aunque trascendió este jueves.

El Choki es uno de los detenidos de la Operación Peluche, un inédito dispositivo puesto en marcha a finales de septiembre del año pasado por la Policía Nacional con un objetivo muy concreto: detener a condenados o investigados por delitos graves de pederastia ―aquellos que acarreen penas de más de cinco años― que se hayan convertido en prófugos de la justicia española. Ya son 27 arrestados. El inspector Darío, responsable del operativo, muestra su satisfacción por los resultados obtenidos hasta ahora: una media de tres arrestados al mes, aunque ha habido épocas en que esa cifra ha sido mayor, como en julio.

Ese mes, la Operación Peluche registró cuatro detenciones. A la de El Choki hay que sumar, tres días antes también en Colombia, la de Farid R. R., buscado como presunto autor de un delito de agresión sexual a una menor y otro de pornografía infantil por abusar de una niña de 13 años e intercambiar fotos de contenido sexual. El 15 de julio ya había caído Mariano M. S., en Magán (Toledo) y, al día siguiente, fue capturado Stefan S. en Bulgaria. Este era uno de los dos condenados por la violación en manada en 2020 de una niña de 14 años en Vall d’Albaida (Valencia) que había huido cuando supo que el tribunal le había impuesto 12 años de prisión. El segundo condenado por aquella agresión sexual sigue en la lista de los más buscados de la Operación Peluche. “Espero que no por mucho tiempo porque lo podamos detener”, se muestra confiado el mando policial.

El primer paso de la Operación Peluche fue elaborar un listado de potenciales objetivos. “En el primer cribado nos salieron un centenar de nombres”, detalla el inspector Darío, que matiza que esa lista no ha sido, ni mucho menos, inamovible. De ella van saliendo los pederastas que son detenidos por su grupo o por otros cuerpos policiales y entran aquellos contra los que jueces españoles dictan una orden de busca y captura por hechos graves. La inmensa mayoría de los nombres que aparecen en esta larga relación son hombres, pero también hay dos mujeres. Ambas siguen en paradero desconocido.

Con esa primera lista, los 10 agentes del Grupo II de Localización de Fugitivos comenzaron una investigación individualizada de cada caso que parte, literalmente, de cero. “Recopilamos toda la información que hubiera sobre cada uno de ellos, desde los documentos de identidad que tenían cuando huyeron hasta los familiares con los que se relacionaban, países con los que tiene vínculos, posibles apoyos, aficiones conocidas, debilidades… para elaborar un perfil psicológico que nos permita detectar posibles patrones de conducta que nos ayuden a determinar dónde han podido ocultarse”, detalla el mando policial.

La ayuda del entorno al fugitivo es, de hecho, un elemento recurrente. Por ejemplo, el condenado por la violación de la niña en Vall d’Albaida fue detectado en Alemania cuando viajaba en coche junto a sus padres y su novia. “Varios han caído cuando estaban con sus madres o sus parejas que les ayudan a esconderse pese a que conocen la naturaleza de los delitos de los que se les acusaba”, recalca el mando policial. Y añade que algunos llegan a “enzularse”, es decir, a encerrarse en una casa de la que no salen nunca al exterior para evitar ser detectados. Esa búsqueda del apoyo familia tiene su lógica, explica el inspector Darío: mientras los fugitivos del crimen organizado tienen recursos y estructuras criminales que les permiten ocultarse u obtener documentación falsa para cruzar fronteras sin tener que depender de su círculo más cercano, los pederastas no. “Ese es un punto flaco de estos huidos que intentamos aprovechar”, admite el agente.

Pese a los buenos resultados de los primeros nueve meses de la Operación Peluche, el jefe del grupo reconoce que detener a medio o corto plazo a todos los que se han incluido en la lista es una misión “prácticamente imposible”. No obstante, admite que tiene especial interés en capturar antes de que se cumpla el primer año del operativo a uno en concreto: Segundo Cousido. Se trata de un salesiano profesor de Religión, de 43 años, sobre el que pesa una condena firme de 32 años de cárcel por siete delitos de abusos, tres de ellos continuados, contra seis menores de edad. La justicia consideró probado que, en 2019, abusó de los niños que tenía a su cargo en las actividades y campamentos que organizaba tanto en Cambados (Pontevedra) como en el propio centro educativo de Vigo donde trabajaba. Una vez condenado, Cousido recurrió la sentencia, pero al ver que esta era confirmada en febrero de 2023 huyó para evitar ingresar en prisión. Su rostro fue incluido por ello en el cártel de los 10 más buscados en la campaña que la Policía Nacional lanzó hace un año para buscar la colaboración ciudadana en su localización. Ahí continúa a la espera de que la Operación Peluche ponga fin a su huida.

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