Trump inaugura una nueva era proteccionista con amenazas de aranceles aún más altos

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no deja de dar martillazos en el ataúd de la globalización. Quien suele proclamar que arancel es “la palabra más hermosa del diccionario” ha demostrado en medio año de mandato que ha sacado brillo a esta palabra y que quiere seguir haciéndolo en el tiempo que le quede en la Casa Blanca. Este jueves entran en vigor las nuevas tasas que Washington impone a la mayoría de países del mundo, una semana después de su publicación. Su puesta en marcha no despeja incertidumbres. Y deja claro que las amenazas a los países continúan.

Este miércoles, Trump dobló los gravámenes a la India, que llegarán al 50%, por sus compras de petróleo a Rusia. Y el día anterior había lanzado una nueva amenaza a la Unión Europea. En una entrevista telefónica con la cadena de televisión CNBC, el republicano advirtió a Bruselas de que sus gravámenes podían dispararse al 35% si no se materializan las inversiones de 600.000 millones de dólares (unos 520.000 millones de euros) que el club europeo había prometido en su acuerdo de hace casi dos semanas.

Todavía hay áreas enteras por resolver con enormes incertidumbres acerca de su aplicación. El desconcierto es patente. Incluso sobre la entrada en vigor de los aranceles. En Bruselas se entendía que ese momento llegaba el viernes, frente a la idea de Washington del jueves.

La aplicación del nuevo régimen impondrá aranceles del 15% a la mayor parte de los aliados estadounidenses —incluida la UE—, un suelo mínimo del 10% y . Al menos, de momento. Pero la foto no está completa, y es posible, dado lo volátil del temperamento de Trump, que nunca llegue a estarlo del todo; que se vayan introduciendo modificaciones en el trato a un país u otro, dependiendo de las simpatías o fobias del presidente en un momento dado.

Las cifras, de momento, le dan en parte la razón. En julio, el Tesoro de Estados Unidos ha recaudado en torno a 30.000 millones de dólares en impuestos a las importaciones, un 242% más que en el mismo mes del año pasado. Desde abril, esa cifra ha sobrepasado los 100.000 millones de dólares.

Con ese dinero, Trump aspira a financiar los amplios recortes fiscales que ha puesto en marcha en Estados Unidos y reducir la galopante deuda soberana, de 36 billones de dólares (más del 120% de su producto interior bruto). Incluso ha llegado a coquetear con la idea de repartir cheques entre los ciudadanos del país en algún momento en el futuro. “El propósito de lo que estoy haciendo es, principalmente, pagar deuda, y eso es algo que va a ocurrir en grandes cantidades. Pero creo que también estamos recaudando tanto que bien podamos pagarle un dividendo al pueblo estadounidense”, presumía este martes.

La gran incógnita es qué ocurrirá con la inflación, el gran problema que acabó costando la presidencia a su predecesor, Joe Biden. De momento está bajo control, en buena parte porque las empresas importadoras han absorbido hasta ahora los costes de los aranceles. Pero los precios comienzan a dar señales de crecer, especialmente en sectores sensibles como la juguetería o la electrónica.

Esa siempre ha sido la crítica europea a las decisiones de Trump, que los aranceles son impuestos que acaban pagando los ciudadanos. La lógica es que al final la subida de las tasas de entrada de las importaciones se transforman en subidas en el precio de venta último. Sin embargo, eso no ha disuadido a Trump ni al universo MAGA (Make America Great Again, Hagamos a Estados Unidos grande otra vez) que lo apoya. En ese conglomerado que respalda al republicano, también se cree que EE UU soporta una carga mayor que otros países por su aportación a la seguridad, muy evidente en el caso de Europa, y por ser el dólar la moneda de referencia mundial, lo que perjudicaría a las exportaciones estadounidenses.

La seguridad es algo que estuvo muy presente en la mesa de negociación con la Comisión Europea. Los países del este de la UE y Alemania tuvieron muy presente que, sin la protección de EE UU, serían mucho más débiles frente a Rusia. A eso se añadió el argumento de que, aunque el pacto alcanzado fuera profundamente desequilibrado, se evitaba así la guerra comercial, que sería peor, y se ganaba certidumbre para las empresas.

Pero al menos esta última parte, la de la certidumbre, está claro que no va a llegar. Esa fue una de las grandes advertencias que lanzaron los analistas a la Comisión y a los Estados miembros más impacientes por alcanzar un acuerdo, principalmente Alemania. Se basaban en el historial de decisiones erráticas que solo en los últimos meses ha acumulado Trump y que, como se ha visto en los pocos días que van de esta semana, se ha confirmado.

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.