Vuelta a la casilla de salida en la guerra en Ucrania, pero en peores condiciones. El anuncio de entre los presidentes de EE UU y Rusia, Donald Trump y Vladímir Putin, respectivamente, para tratar sobre un alto el fuego que conduzca a la paz en Ucrania, pone las cosas como estaban en febrero, cuando el dirigente estadounidense anunció contactos con el ruso y un posible encuentro cara a cara para cerrar el conflicto, en condiciones inaceptables para el líder ucranio, Volodímir Zelenski. Medio año de negociaciones y miles de muertos después, las humillantes concesiones de los aliados europeos en estos meses para tratar de que el republicano respaldase a Kiev semejan no haber servido de nada. Ucrania, ausente de la charla en Alaska, se teme abocada a tener que ceder territorio. Trump parece haber concedido a Putin un triunfo diplomático descomunal.
El presidente ruso conseguirá una foto con el estadounidense y pondrá fin al estatus de paria en que se encontraba. Y lo hará en territorio de EE UU, que le era hostil desde la invasión de Ucrania en 2022. En un Estado especialmente simbólico: Rusia vendió Alaska a Washington en 1867 por 7,2 millones de dólares de entonces. Ahora, Moscú no planea ceder suelo, sino anexionarlo.
Para Ucrania, tiene un enorme peligro. No está invitada, pese que Estados Unidos había expresado su interés en una reunión a tres bandas. Aunque un alto cargo de la Casa Blanca declaraba a la cadena NBC que “se está debatiendo”una posible invitación a Zelenski. Tampoco estarán los europeos, sus grandes valedores. Su futuro como país va a tratarse sin que tenga un asiento en la mesa. Para echar sal en la herida, el anuncio llega cuando parecía que las tornas habían cambiado: Washington había autorizado el suministro de armamento estadounidense a Kiev, pagado por los europeos; este viernes se acababa el tiempo que Trump había dado a Putin para que aceptase un alto el fuego y la Casa Blanca estaba a punto de imponer nuevas sanciones a Moscú. El plazo ha saltado por los aires y el único perjudicado es India, que afronta ahora aranceles hasta del 50% por comprar petróleo ruso.
Sea consciente de ello o no, Trump ha seguido fielmente la táctica del príncipe de Salina, el personaje creado por Giovanni di Lampedusa en El Gatopardo: lo ha cambiado todo para que nada cambie. Desde febrero, cuando elogiaba a Putin y abroncaba a Zelenski en el Despacho Oval —“¡Tú no tienes cartas!” para ganar la guerra, le reprochaba—, había ido, a bandazos y bajo la presión de los europeos, evolucionando aparentemente hacia posturas más favorables a Ucrania. Ante las promesas de los socios de la OTAN de invertir el 5% de su PIB en gasto militar y de pagar el armamento estadounidense para Kiev, y los renovados ataques rusos contra ciudades ucranias, Trump había cambiado sus alabanzas al ruso por esa amenaza de sanciones.
Pero parece que ha bastado una visita del enviado de la Casa Blanca, Steve Witkoff, a Moscú —la primera en tres meses, el tiempo en que Trump se mostró más escéptico hacia Putin— para volver al principio: a aceptar las tesis de Moscú y dejar a Kiev, aparentemente, al pie de los caballos. El presidente estadounidense, que quiere poder presumir de un acuerdo que le dé puntos para convertirse en premio Nobel de la Paz, lo ha dejado claro en unas pocas frases que parecían sentenciar a Ucrania, antes de anunciar el lugar del encuentro y marcharse a jugar al golf este sábado en su club en el norte de Virginia: cualquier acuerdo de paz incluirá el intercambio de territorios. En otras palabras, Kiev tendrá que ceder suelo. “Vamos a recuperar parte del territorio. Vamos a intercambiar otra parte. Habrá un intercambio de territorios, para beneficio de los dos”, declaró desde el Despacho Oval durante la ceremonia de un acuerdo de paz entre Armenia y Azerbaiyán.
Las palabras de Trump parecen indicar que se inclina hacia la propuesta de Putin, publicada por varios medios estadounidenses, para poner fin a la guerra. Rusia se haría con el control absoluto de Donetsk y Lugansk. Eso implicaría que el ejército ucranio se retirase de varios miles de kilómetros cuadrados de tierra en el 30% que controla de Donetsk y que incluyen ciudades estratégicamente importantes como Kramatorsk y Sloviansk. A cambio, según estas informaciones, el líder ruso ofrece devolver terreno en las provincias de Zaporiya y Jersón, en el suroeste ucranio.
En esa propuesta “las concesiones territoriales a Moscú son lo primero, y los asuntos clave en los que Moscú debe ceder se dejan para abordar en negociaciones de paz futuras”, apunta John Herbst, antiguo embajador de Estados Unidos en Kiev y actualmente en el think tank Atlantic Council. Entre esos asuntos, el suministro de armamento estadounidense y europeo a Kiev, el futuro de Ucrania en la OTAN y el posible despliegue de fuerzas internacionales para garantizar que Rusia no repita su agresión contra el país vecino.
Zelenski se ha apresurado a rechazar, horrorizado, cualquier posibilidad de renunciar a territorio. “La respuesta a la cuestión territorial ya está en la Constitución. Nadie se desviará de esto. Los ucranios no regalarán su territorio al ocupante”, dijo el líder ucranio en un mensaje en la red social X, mientras lanzaba una intensa ronda de contactos con los aliados europeos para crear la mayor línea de cortafuego posible contra lo que pueda ocurrir la próxima semana en Alaska.
El plan europeo incluye, según ha publicado el Wall Street Journal, la demanda de que se declare un alto el fuego antes de poner en marcha cualquier otro paso. También precisa, según este medio, que el intercambio de territorio solo puede ocurrir de manera recíproca: si Ucrania se retira de algunas zonas, Rusia también tiene que retirarse de otras. Y las concesiones territoriales que Kiev pueda (o deba) hacer solo se producirán si se aprueban garantías de seguridad inquebrantables para Ucrania, incluida su integración en la OTAN como miembro.
Trump ha aprobado poco más de 1.000 millones de asistencia militar para las Fuerzas Armadas de Ucrania en siete meses de su presidencia, todo durante el mes de julio, muy poco comparado con el esfuerzo de su predecesor, Joe Biden. Y si lo ha hecho es bajo la condición de que sea adquirido previamente por sus socios europeos en la OTAN.
Es la primera vez en tres años y medio de guerra que una mayoría de soldados ucranios en el frente preguntados sobre la cuestión creen que, pese a que están convencidos de que Rusia quiere ver desaparecer a su país, la mejor opción es que haya una tregua. Y no solo es un sentimiento entre los militares, también lo es entre los civiles: una encuesta de Gallup publicada el jueves indica que un 69% de los ucranios quieren ver cuanto antes un acuerdo para finalizar la guerra.
La misma encuesta de Gallup publicada en verano de 2022 aportaba resultados opuestos. Era cuando el ejército ucranio hacía retroceder a las tropas rusas de la mayoría de los territorios que habían ocupado la primavera anterior: por entonces, según este centro demoscópico, solo un 22% de la población quería acordar el final de la guerra cuanto antes, mejor. Un 73% decía que debía continuar la lucha hasta la victoria.
Zelenski ha insistido esta semana en que el principal interesado en una tregua y en negociar la paz es Ucrania. Para ello, ha reiterado el presidente ucranio, es necesaria una reunión bilateral con Putin. Este último, en su habitual estrategia de alargar el proceso diplomático, dijo el jueves que él no se oponía a este encuentro, pero que hay “condiciones que deben cumplirse primero”. El autócrata ruso no especificó de qué condiciones se trata, pero su portavoz, Dmitri Peskov, señaló la pasada primavera que una cita de este tipo solo tendría lógica si es para firmar el final de la guerra.
Pero no todo es blanco o negro. La economía rusa también sufre el desgaste de la guerra, por lo que no puede descartarse que Moscú acepte una tregua favorable según las condiciones de las que hablaba Putin. Y no todo el mundo en Ucrania aceptará un pacto con los rusos. Cualquier cesión de soberanía de las regiones ocupadas será difícil de asumir para muchos.
Zelenski ya ha dejado claro que nunca reconocerá tierra ucrania como parte de Rusia, aunque estén parcialmente ocupadas. El problema será cuando Trump presione a Kiev para realizar concesiones que nadie en Ucrania desea.
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Source: elpais.com