Sequías de hasta 13 años contribuyeron al colapso de la civilización maya


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Jon Garay

Viernes, 15 de agosto 2025, 00:13

Dar con las razones por las que imperios o civilizaciones poderosas se agostan ha cautivado la atención de un sinfín de historiadores. En el caso

Por aquel entonces, las ciudades mayas de piedra caliza del sur fueron abandonadas y las dinastías llegaron a su fin, a medida que una de las grandes civilizaciones del mundo antiguo se desplazaba hacia el norte y perdía gran parte de su poder político y económico.

Los datos obtenidos por los investigadores demuestran que en esa época se dieron hasta ocho sequías durante la temporada de lluvias que duraron al menos tres años. La primera fue en el 854 y la más prolongada, la de los 13 años, en el 929. En total, de los últimos dos siglos esta civilización, hasta en 44 no se registraron lluvias.

Aunque los mayas contaban con técnicas de gestión del agua como su almacenamiento y el riego, y adoptaron cultivos más resistentes como la yuca, periodos secos tan largos habrían tenido un enorme impacto en su civilización. Un dato lo corrobora: la disponibilidad de especies de plantas comestibles se reduciría en un 89% en relación con los años con lluvias normales. «La producción y el rendimiento de los cultivos dependen en gran medida de la precipitación estacional, siendo la cantidad y el momento de la lluvia de vital importancia. Esto es especialmente cierto para el alimento básico, el maíz. La incertidumbre en el momento o la cantidad de lluvia probablemente aumentó el estrés social para las antiguas comunidades mayas ya acosadas por sequías repetidas y puede haber contribuido a socavar la autoridad de la élite gobernante», subrayan los especialistas.

Toda esta información obtenida por los científicos coincide con los testimonios de los propios mayas. O más bien con la falta de ellos, ya que las inscripciones en los monumentos de la legendaria Chichén Itzá desaparecen por completo en esos momentos.

«Esto no significa necesariamente que los mayas abandonaran Chichén Itzá durante estos períodos de sequía severa, pero es probable que tuvieran preocupaciones más inmediatas que construir monumentos, como por ejemplo si los cultivos de los que dependían prosperarían o no», asegura Daniel H. James, autor principal del trabajo.

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