Putin reclama ante Trump el control total de la región de Donbás para detener la guerra

Tras la observada cumbre de Alaska entre Donald Trump y Vladímir Putin, la presión vuelve a quedar del lado de Ucrania. El presidente de Estados Unidos acoge el plan de su homólogo ruso —incluida la posible cesión de territorios por parte de Kiev— y descarta un alto el fuego previo a unas conversaciones de paz. Con resultados lo antes posible. Tras un encuentro virtual este fin de semana con sus aliados europeos, el líder del país ocupado, Volodímir Zelenski, viajará el lunes a Washington para una reunión en la Casa Blanca que se promete de alto voltaje, seis meses después de su muy pública humillación a manos de Trump en el Despacho Oval.

Poco a poco se van conociendo más detalles sobre lo que trataron en la ciudad de Anchorage el mandatario norteamericano y el ruso en las conversaciones mantenidas durante dos horas y media en la base aérea de Elmendorf-Richardson. No parecen buenos para Ucrania. “Quiero destacar desde el principio que la visita fue oportuna y muy útil”, dijo Putin tras la cita en Alaska. “Hablamos de casi todas las áreas de influencia mutua”, prosiguió, “pero en primer lugar, por supuesto, hablamos de una posible resolución del conflicto ucranio”.

Las conversaciones desde el Air Force One no fueron fáciles. Trump, que en la comparecencia en Elmendorf-Richardson había declarado que no había llegado a ningún acuerdo con su homólogo ruso sobre el futuro de Ucrania, se convertía en correa de transmisión de la hoja de ruta de Moscú: Putin reclama el control de la región de Donbás (las provincias de Donetsk y Lugansk), en el este de Ucrania, a cambio de congelar la línea del frente, tal y como está en Jersón y Zaporiyia. Este es el mensaje que Trump trasladó tanto a los socios europeos como al propio Zelenski. En total, Rusia mantiene ocupado cerca de un 20% del país vecino.

Las que ha planteado Trump son las mismas reclamaciones que Putin había presentado al enviado especial de la Casa Blanca, Steve Witkoff, hace algo más de una semana, según adelantó el diario Financial Times y confirmó EL PAÍS, y que Zelenski insiste en que no puede aceptar. Alguno de los asistentes a las conversaciones mantenidas tras la cumbre de Alaska habría concluido que Trump era receptivo a lo planteado por Putin sobre la cesión de territorios para poner fin a los combates.

Una mínima parte de Lugansk, y en torno a un 30% de Donetsk permanecen aún bajo control de las fuerzas ucranias. Sobre todo este último territorio, con sus “ciudades fortaleza” como Kramatorsk y Sloviansk, es fundamental para impedir nuevos avances rusos, en esta guerra o si ocurrieran futuras invasiones.

Así las cosas, las espadas están en todo lo alto para la cita con Zelenski que Trump ha fijado en su mensaje para el lunes por la tarde, hora de Washington, en esa Casa Blanca de tan infausta memoria para el ucranio y en la que se arriesga a otro rapapolvo del republicano.

El estadounidense aspira a que de allí salga algo que permita anunciar un encuentro trilateral entre el ucranio, el ruso y él mismo, y empezar a dar por cerrado un conflicto de tres años y medio con el que aspira a bruñir laureles para el Nobel de la Paz, y acallar a quienes le recuerdan que aún no ha cumplido su promesa electoral de terminar la guerra en 24 horas.

“Si todo va bien [en la reunión con Zelenski el lunes], agendaríamos una reunión con el presidente Putin. Potencialmente, se salvarían millones de vidas”, ha planteado en su mensaje en su red social, Truth.

Según declaró el ucranio, abordó con Trump en su conversación tras la cumbre de Alaska “señales positivas desde el lado estadounidense”. Y reiteró que Ucrania necesita una paz duradera, no solo “otra pausa más” entre invasiones rusas.

Las declaraciones de Trump tras la cumbre son muy diferentes de las que pronunció con anterioridad. Apenas días antes, y mientras los europeos desarrollaban toda una ofensiva diplomática para reiterarle sus posiciones y asegurarse de que Putin no conseguía ponerle de su lado, el estadounidense había llegado a prometer que si el ruso no demostraba buena voluntad y aceptaba un alto el fuego, tendría que afrontar “graves consecuencias”.

Pero el palo de las sanciones y aranceles secundarios con el que amenazó el inquilino de la Casa Blanca hace solo dos semanas se ha desvanecido, sin que Putin haya tenido que ofrecer ninguna zanahoria. Trump ha dejado claro en sus comentarios de las últimas horas que no piensa volver a jugar esa carta. No prevé, desde luego, imponer aranceles secundarios a China, el gran cliente ruso, por su compra de petróleo a Moscú.

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