Alcaraz se redime y amenaza, ahora sí, el número uno de un Sinner sin energía en Cincinnati

Acostumbra a decir Carlos Alcaraz, risueño ante los focos, que en ocasiones las cosas más básicas de la vida son las que a uno le hacen rebosar de felicidad. Ganar en la élite del tenis, de básico tiene poco. Más bien todo lo contrario. Pero el sentimiento de venganza, de revancha si se prefiere un término más deportivo, es algo que, tan natural como primigenio, mueve el fuego interno de cualquier competidor. Debió ser eso precisamente, esa oportunidad de sanar el orgullo herido, lo que desbordó de energía el tanque del tenista murciano antes de que este lunes, día atípico para una final, saltara a la Lindner Family Tennis Center de Cincinnati con un solo objetivo en mente: hacer que el colosal Jannik Sinner pagara sus excesos.

Pronto quedó claro que la tarea, inalcanzable para el común de los mortales, lucía más que posible para el joven de El Palmar, único individuo capaz de erosionar el apabullante tenis del italiano de un tiempo a esta parte. Los motivos, eso sí, parecían distintos a los que cabía esperar. Sinner entrecerraba los ojos bajo el sol, todavía en lo más alto, y distinguía ante sí, a lo lejos, una figura inquebrantable, rápida. Era Carlos, su némesis, que le birló el servicio a las primeras de cambio con un juego en blanco.

Consciente de que algo no iba bien al otro lado de la red, Alcaraz apenas celebraba. “Tú a lo tuyo, Carlos”, urdía desde el banquillo Samu López, que, no sin razón, sospechaba de la compasión de su pupilo ante un Sinner que aun con todo era capaz de reventar algún latigazo imposible. El murciano asentía, sí, pero se preocupaba de reojo por el pelirrojo de San Candido, que con apenas un cuarto de hora de partido y 0-4 abajo, parecía estar al borde de lo que todos daban por improbable en una final.

Se confirmó el peor presagio un juego más tarde, con el murciano 0-5 arriba. Fue en el banquillo, visita obligada antes del cambio de lado. Sentado, Sinner juntó las manos, cubrió su rostro y dijo basta. A su vera acudieron dos médicos del torneo. “No tengo energía, chicos, siento que no tengo nada de energía”, susurró el número uno del mundo. “Lo siento mucho, de verdad”.

Lo siguiente que supieron los casi 12.000 espectadores que, esta vez sí, abarrotaban la central fue que Jannik, el tenista imbatible, el hombre que encadenaba 26 partidos consecutivos sin ceder un solo set en pista rápida, no podía continuar. Alcaraz, tan abatido o más que su rival, cruzó de lado y consoló al inconsolable. “No te preocupes, Jannik, la salud es lo primero”, proclamó.

Heartbreaking 💔

Get better soon, @janniksin 🙏

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