Los ciclistas del Israel Premier Tech han participado esta semana en la Vuelta a España en medio de abucheos, flanqueados por banderas palestinas o ante mujeres disfrazadas de madres palestinas con sus hijos envueltos en sudarios blancos en los brazos. Los activistas emulaban así las imágenes de muerte que, cada vez más atroces y desde hace casi dos años, los que dura la ofensiva israelí, llegan desde la Franja. Esas estampas, a las que se han sumado ahora las de niños reducidos a piel y huesos por la desnutrición, están impulsando unas protestas que, en las últimas semanas, han aumentado su número, su intensidad y también su alcance global, de forma paralela a una hambruna que Naciones Unidas declaró oficialmente el 22 de agosto.
Para Amirah Fernández, esas respuestas apuntan a que las acciones de rechazo a la ofensiva en el enclave palestino están resquebrajando “el dique de contención” que hasta ahora había evitado que Israel fuera considerado un “Estado paria”.
Especialmente en las últimas semanas. El 22 de agosto, la ONU declaró la hambruna en la Franja. Ya antes, las manifestaciones de repulsa a la ofensiva israelí habían proliferado. La agonía de palestinos como los 104 que, desde esa fecha, han sucumbido a la inanición impuesta por el bloqueo israelí- más del 25% de las 382 personas muertas de hambre desde el inicio de la ofensiva-, está marcando un punto de inflexión en la censura a Israel por la destrucción de Gaza.
El pasado 9 de agosto una movilización internacional por Palestina reunió en el conjunto de las protestas a decenas de miles de personas en Estambul (Turquía), Madrid y otras ciudades españolas, Ámsterdam (Países Bajos), Ginebra (Suiza) y Kuala Lumpur (Malasia), entre otras. La hambruna en el territorio palestino llevó dos días después a 100.000 personas a marchar en las calles de Brisbane (Australia), según la policía local.
El pasado viernes, el festival de cine San Sebastián emitió un comunicado que condena “el genocidio” de Israel en la Franja. Dos días antes, el público de otro festival, el de Venecia, premiaba con la ovación en pie más larga que se recuerda -casi media hora- la película que narra el aterrador final de Hind Rajab, una niña palestina de seis años asesinada en el coche de su familia, acribillado con más de 300 balazos por un tanque israelí en la Franja. El día 22, la organización Venice4Palestine, que reúne a 1.500 nombres del cine italiano y alguno internacional —como el director Ken Loach— había pedido por carta a ese certamen una condena clara de Israel.
Más reprocharon el 23 de agosto a la Unión Europea, en una carta abierta, su ausencia total de sanciones contra Israel. Esa misma semana, la Asociación Internacional de Académicos del Genocidio (IAGS, por sus siglas en inglés), la mayor institución global dedicada al estudio de ese crimen, definió con ese término la ofensiva militar en Gaza.
Solo cuatro países, Bolivia, Colombia, Nicaragua y Belice han roto sus relaciones con el Estado judío por la ofensiva que el Tribunal Internacional de Justicia (TIJ) de la ONU considera un “posible genocidio”. Otros diez, todos del Sur Global, han suspendido sus relaciones con el Estado judío, entre ellos Brasil y Sudáfrica.
Nueve estados se han sumado desde octubre de 2023 al centenar largo de miembros de la ONU que ya reconocían al Estado palestino: ahora son 147 de 193. Uno de ellos es España, que lidera, junto con países como Irlanda, el grupo de miembros de la UE más críticos con Israel: quienes piden la suspensión, al menos, del capítulo comercial del acuerdo de asociación de los Veintisiete con ese país.
Esa posibilidad se ha topado hasta ahora con el veto, sobre todo, de Alemania. Y ello a pesar de que una encuesta encargada por la cadena pública ARD en agosto elevaba a un 66% los alemanes partidarios de aplicar más presión sobre Israel.
“La nueva fase del genocidio, la hambruna y las imágenes horribles que estamos viendo ha hecho crecer mucho más la indignación global», confirma Ramos Tolosa. Si los gobiernos “no atienden a esta demanda ciudadana creciente, puede empezar a salirles muy caro”.
La indignación global por la brutalidad del ejército israelí en la Franja palestina ha forzado ya a varios gobiernos europeos a dar pasos, si bien aún irrelevantes, para presionar a Israel. El 11 de agosto, el fondo soberano noruego se vio forzado a vender sus participaciones en 11 empresas israelíes después de que el diario Aftenposten revelara que había invertido en una empresa que fabrica piezas para los aviones que bombardean la Franja.
El 8 de agosto, después de que Benjamín Netanyahu anunciara un plan para invadir toda Gaza, el canciller alemán, Friedrich Merz, comunicó que su país limitará el suministro de armas a Israel en una decisión sin alcance militar real- Berlín es el segundo proveedor de armamento del ejército israelí, por detrás de Washington- pero que sí constituye un gesto político.
En una Unión Europea que sigue sin adoptar sanción alguna contra Israel —en contraste con los 18 paquetes de castigos aplicados a Rusia por su invasión de Ucrania—, la falta de acción política está empezando a pasarle factura. Sobre todo en términos de descrédito.
A escala nacional, la pasividad europea ha atizado las tensiones en varios Gobiernos. En Países Bajos, cinco ministros dimitieron el 22 de agosto, después de que su Ejecutivo de coalición bloqueara su propuesta de adoptar sanciones contra Israel. En Bélgica, la amenaza del viceprimer ministro y titular de Exteriores, Maxime Prévot, de provocar una crisis de Gobierno forzó a la coalición liderada por el nacionalista flamenco Bart de Wever a abrir la puerta a un posible reconocimiento del Estado de Palestina.
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Source: elpais.com