Alcaraz y Sinner, tres años después y por la ‘vía Federer’: buscar la mejor versión de uno mismo

A un lado ya la vieja guardia de campeones, porque a pesar de que Novak Djokovic se niegue a apartarse ya ha sido empujado del primer plano, ley de vida constatada en las semifinales del viernes, el italiano (24) y el español (22) se han convertido en los indiscutibles dominadores del momento a base de sofisticación y método, de inconformismo, pico y pala y dedicación. De una evolución meteórica que todavía ofrece un generoso margen de perfeccionamiento. Ahí están sus portentosas cualidades, moldes excepcionales que desde edades infantiles ya hacían presagiar la llegada de dos fueras de serie, pero a la base han incorporado una voluntad permanente por superarse a sí mismos.

“No me comparo con los demás, sino con mi mejor versión”, decía el suizo Roger Federer, mientras la todopoderosa Serena Williams percibía en cada derrota una “oportunidad” y Andre Agassi, siempre filosófico él, profundizaba: “El tenis utiliza el cuerpo para librar batallas que tienen lugar en la mente”. Siguen esos mismos parámetros ahora Sinner y Alcaraz, hechos de otra pasta; todavía jóvenes, aún en formación, pero ya muy redondos. Uno y otro han ido puliéndose y reconfigurándose de una forma extraordinaria, pocas veces vista, ateniéndose sobre todo a la velocidad del proceso y a la envergadura que ya han adquirido.

“Fuera de la pista he mejorado mucho. Ahora me doy cuenta de lo importante que es cuidar todos los detalles para ser perfecto”, apunta, al tiempo que radiografía la progresión sostenida de su rival: “Jannik ha mejorado mucho físicamente. Sus partidos son muy exigentes desde ese punto de vista, por su estilo y su forma de jugar, del ritmo que le pone; y ahora es capaz de hacerlo al cien por cien durante dos, tres o cuatro horas”. Y así es, porque pese a que todavía conserve esa constitución aparentemente liviana, fibra y más fibra, formas longilíneas, el de San Cándido dio un salto exponencial que más o menos coincide con el nacimiento de un mandato espectacular.

“He mejorado con el servicio y también en la red”, puntualiza Sinner, un eterno insatisfecho que imprime el mismo grado de intensidad tanto los entrenamientos como en los partidos. “Aún no están donde me gustaría, pero vamos mejorando”, precisa. “Y mi forma física, obviamente, es mejor que antes. Eso me ayuda en los movimientos y también a la hora de aguantar; antes me costaban los partidos de tres o cuatro horas…”, prolongaba en la semifinal, al tiempo que elogiaba la nueva palanca de Alcaraz, así como la linealidad que ha adquirido el murciano a lo largo de este semestre.

De ahí la aprobación de su entrenador, Juan Carlos Ferrero. “Yo diría que Carlos ha mejorado en todo”, indicaba en un encuentro reciente con los periodistas. “Cualquier cosa que le pides le sale muy pronto, y eso es bueno y malo al mismo tiempo porque se puede llegar a confiar mucho. Como con cualquier jugador, hay que estar muy encima”, concedía el técnico, que incide en la “mentalidad” y también en un aspecto específico: el saque. Alcaraz estrenó en enero una mecánica nueva, menos robótica, sin pausa. Más natural. Y, más allá de la oscilación lógica, el resultado está siendo extraordinario, porque de hecho, entre la prensa extranjera ya se conceptúa al español como un sacador.

Aunque ambos conserven la esencia, la base, poco queda ya de esos dos chicos que brindaron un magnífico espectáculo hace tres años en la Arthur Ashe. Entonces Alcaraz se articulaba esencialmente en torno a su instinto y se destapaba a grito pelado: “¡No sé a dónde sacar!”. Aun así, acabó fundiendo a un tirillas mordisqueado aquella noche por los calambres. Hoy, ni uno ni otro son los mismos, de la misma forma que Nadal (saque o revés cruzado), Djokovic (servicio) o el mismísimo Federer (revés) fueron aparcando vicios y adentrándose valientemente en la incertidumbre que va asociada a todo cambio. Ninguno se estancó. Todos se reinventaron. “Un hombre que gana es un hombre que piensa que puede”. “No crecerás si no cambias”.

Y si lo dice el suizo, los demás se cuadran.

El envoltorio de datos que rodean a la cita de hoy subraya la hegemonía actual de Sinner y Alcaraz, así como un paso definitivo de página en el que ahondó la derrota de Djokovic. En concreto, por primera vez en 23 años, desde 2002, se cerrará el curso sin la presencia de Nole, Nadal o Federer en ninguna de las cuatro grandes finales.

Este triple duelo encadenado supone, al mismo tiempo, algo insólito en la Era Abierta, puesto que a partir de 1968 nunca habían coincidido los dos mismos jugadores en tres grandes finales de una misma temporada.

Sinner tiene ante sí la oportunidad de revalidar el título y recoger así el testigo dejado por Federer en 2008, cuando cerró un repóquer que venía de 2003. Él y Alcaraz se han adueñado por completo del circuito de la ATP; lo demuestra el hecho de que a partir de 2024 han coincidido en 17 torneos, de los cuales se han repartido 16.

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.