En el juicio políticamente más relevante de Brasil en los últimos años, Bolsonaro también ha sido condenado por daños a bienes públicos y al patrimonio protegido. Ni él ni los otros siete acusados (tres generales, un almirante, un teniente coronel y dos civiles) han acudido a la sala. Todos ellos han sido condenados. El anterior presidente (2019-2022), en prisión domiciliaria, lo ha seguido en familia desde su casa, también en Brasilia. La pena al expresidente es de 27 años, 24 de ellos en régimen cerrado. La legislación brasileña contempla múltiples modos de reducirla.
El voto decisivo ha sido el emitido este jueves por Carmen Lúcia Antunes Rocha, la única mujer de la alta corte. La jueza considera probado que “un grupo compuesto por figuras clave del Gobierno y liderado por Jair Bolsonaro llevó a cabo un plan progresivo de ataque a las instituciones democráticas con objetivo de perjudicar la alternancia de poder y minar a los demás poderes, en especial el poder judicial”. Tras recordar que Brasil recuperó la democracia hace 40 años, la magistrada ha destacado que “los hechos descritos no han sido, en esencia, negados” por los acusados.
Los movimientos golpistas culminaron el 8 de enero, una semana después de la toma de posesión de Lula. Una turba de bolsonaristas tomó el corazón del poder en Brasilia, incluido el Supremo, que ahora acoge el juicio a los golpistas, al estilo del asalto al Capitolio, en Washington. Bolsonaro estaba ese día muy lejos de Brasilia, en EE UU, hecho que su defensa esgrime para desvincularlo de la violencia desplegada. Más de 600 personas —la tropa de la asonada— han sido condenadas.
Su condena tendrá enormes efectos en la carrera para las presidenciales de 2026. Es muy probable que él decida quién es el candidato de la derecha que se mide con el presidente Lula, que pretende conquistar un cuarto mandato.
El riesgo de fuga y la violación de varias medidas cautelares llevaron al juez Moraes a confinar a Bolsonaro, decomisarle el pasaporte y colocarle una tobillera electrónica en julio y a retirarle su pasaporte en 2024. El brasileño sopesó pedir asilo en Argentina.
Para el presidente Trump, el proceso contra Bolsonaro no es más que una burda persecución política, una caza de brujas como la que él considera que sufrió en Estados Unidos. Y se ha empleado a fondo para neutralizar el juicio. Castigó a Brasil con aranceles y sancionó a varios jueces. En concreto, congeló los eventuales bienes de Moraes en EE UU y retiró los visados a todos los integrantes del Supremo menos a tres: los dos nombrados por el llamado Trump de los trópicos y el que votó por su absolución. Preguntado por la condena, cuando abordaba un helicóptero en la Casa Blanca, ha respondido: “Es un hombre extraordinario, muy directo” y el fallo del Supremo “es una cosa terrible”, informa Macarena Vidal Liy desde Washington.
Es incierto si esta condena supone un punto final, o un punto y seguido, en la carrera política de Bolsonaro, el , en 2019. Acabar en la cárcel era una de sus pesadillas. En agosto de 2021, cuando empezó a urdir la trama para contestar las elecciones bajo falsas premisas de fraude para permanecer en el poder ilegalmente, Bolsonaro proclamó desde el palacio presidencial: “Saldré de aquí preso, muerto o con la victoria. Quiero decir a los canallas que nunca seré preso”. Lo cierto es que perdió los comicios —eso sí, por menos de dos puntos— y maniobró a fondo para impedir el traspaso de poder.
En estos tiempos tan aciagos para la democracia global, Brasil lanza un mensaje potente al resto del mundo con el veredicto: la justicia puede castigar a quienes socavan desde dentro el orden constitucional y las instituciones. No obstante, podría ser una victoria temporal.
Bolsonaro y sus fieles han pisado el acelerador para que el Congreso apruebe una amnistía que libre al expresidente y a otros condenados por golpismo y por los llamados actos democráticos del castigo penal. Varios de los aspirantes a heredar su puesto como líder de la derecha y candidato presidencial le han prometido el indulto.
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Source: elpais.com