Jugamos a ‘Metal Gear Solid Delta: Snake Eater’: un ‘remake’ a la altura de la leyenda de Big Boss

El mundo del videojuego no se entiende sin la saga de sigilo y acción Metal Gear. Fue determinante en el éxito de las primeras consolas PlayStation y, al mismo tiempo, revolucionó la forma de contar historias en este medio. A pesar del paso

Tras varios años sin nuevas entregas -y la partida de su ‘padre’, Hideo Kojima-, Konami ha decidido rescatar la saga con un remake de ‘Metal Gear Solid 3: Snake Eater’, una buena puerta de entrada para que los nuevos jugadores se adentren en este universo y descubran por qué la serie se ha convertido en un referente atemporal. ¿El resultado? ‘Metal Gear Solid Delta: Snake Eater‘, un videojuego que mantiene la esencia del original, pero con un apartado gráfico modernizado que brilla en PlayStation 5, Xbox Series y PC.

En esta aventura, el jugador se mete en la piel de Naked Snake (futuro Big Boss), un espía estadounidense con habilidades casi sobrehumanas y entrenado para cumplir las misiones más difíciles. Su objetivo: infiltrarse en la Unión Soviética para rescatar al científico desertor Sokolov y, ya de paso, evitar que estalle la Tercera Guerra Mundial. Poca cosa, vamos.

La acción se desarrolla en su mayoría en densos bosques y selvas soviéticas, donde Snake no solo tendrá que enfrentarse en solitario a soldados rusos y un puñado de seres (los miembros de la Unidad Cobra) que parecen sacados de un cómic Marvel, sino también sobrevivir a las amenazas de la propia naturaleza.

Es cierto que la jugabilidad resulta bastante conservadora y aporta pocas novedades respecto al Snake Eater original. Por momentos, casi parece que estás jugando al clásico de PS2 pero con gráficos actuales. La IA enemiga podría estar más pulida; aun así, superar cada obstáculo sin ser visto sigue siendo un reto en sí mismo.

Luego, hay varios momentos en los que el juego se deja llevar por lo surrealista y hasta roza lo absurdo, algo muy propio de la saga. Igual te enfrentas a villanos con poderes imposibles que te encuentras con escenas que parecen una parodia. A veces funciona de maravilla y aporta personalidad; otras descoloca un poco y rompe el ritmo. Pero, al final, como decimos, es precisamente esa mezcla la que da forma a la franquicia.