Gaza vela este lunes los muertos de la oleada de bombardeos lanzada en la víspera por Israel, a raíz de una emboscada —por milicianos escondidos bajo un túnel— en la que murieron dos soldados. Los ataques israelíes por tierra y aire duraron nueve horas, mataron al menos a 28 palestinos e hicieron temer por la continuidad del alto el fuego. Poco después, el padre del acuerdo, el presidente de EE UU, Donald Trump, reafirmó su vigencia y dio credibilidad a la versión de Hamás: no organizó la emboscada, sino que la efectuaron por su cuenta hombres armados en el área de la Franja bajo control israelí. El Gobierno de Benjamín Netanyahu —que vulnera el alto el fuego a diario y ha matado ya casi a 100 palestinos desde su entrada en vigor, el pasado día 10— lo consideró como un primer test para marcar cuanto antes las reglas del juego y lanzó 153 toneladas de explosivos contra decenas de objetivos en distintas partes de Gaza, según ha explicado este lunes el propio primer ministro en el Parlamento. “El precio será muy alto por cada agresión que suframos”, ha agregado.
Pero, bajo tierra, los túneles que se afana por destruir (por si acaba yéndose de la zona, en el repliegue al que le obliga el acuerdo en la fase dos) aún albergan milicianos escondidos. El viernes ya hubo dos incidentes similares en Jan Yunis y Rafah, también en el sur, pero pasaron más desapercibidos porque no hubo bajas entre los soldados.
Algunos milicianos se quedaron atrás y permanecen en los túneles. Y abren fuego cuando las tropas israelíes penetran antes de demolerlos. Muchos de ellos perdieron a sus mandos tras dos años de ofensiva contra la cúpula de Hamás. Hace tiempo, de hecho, que las emboscadas son casi individuales, y con armas recicladas de las bombas israelíes que no detonaron. Otros han elegido quedarse para efectuar las típicas acciones de grupos armados que aprovechan su conocimiento del terreno para sorprender a un ejército ocupante con recursos infinitamente superiores.
La muerte de los dos soldados encendió a los ministros más ultras de Netanyahu, aquellos que votaron en contra del alto el fuego y aspiran a anexionarse y construir colonias para judíos en Gaza. Pidieron “¡guerra!”, como tuiteó uno de ellos, Bezalel Smotrich, al frente de Finanzas. El titular de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, exhortó al primer ministro a “reanudar por completo con toda la fuerza los combates en Gaza”, para “destruir completamente” a “la organización terrorista nazi de Hamás”, frente a las “falsas conjeturas de que acatará el acuerdo”. Orit Strock, ministra de Misiones Nacionales, interpretó que Hamás no había vulnerado el alto el fuego: había “declarado con los hechos” que “el acuerdo no existe”.
La sensación general este lunes es de regreso al statu quo anterior: aquel en que Hamás no puede permitirse vulneración alguna del alto el fuego, por las consecuencias que acarrea, mientras que Israel lo hace a diario, a fin de preservar lo que sus expertos militares denominan “libertad de acción”. Consiste en seguir atacando lo que considere una amenaza, o un intento de Hamás de armarse o reorganizarse, igual que hace en Líbano desde 2024.
Este lunes, el ejército israelí ha informado de que mató a “varios terroristas” en el barrio de Shuyaiya, al este de la capital, alegando que cruzaron la denominada línea amarilla: el límite del repliegue israelí, dibujada en ese color en el mapa del acuerdo de alto el fuego, pero no marcado en el terreno. Los palestinos se acercaron a las tropas, suponiendo una “amenaza inmediata”, señala el comunicado militar.
Mientras, el Gobierno de Netanyahu mantiene cerrado al paso de personas el cruce de Rafah, en el sur de la Franja, con Egipto, que tenía previsto abrir la semana pasada, como herramienta de presión a Hamás para que acelere la entrega de cadáveres de rehenes israelíes. El movimiento islamista ha devuelto 12, de un total de 28, y entregará un decimotercero esta noche, según ha confirmado la Cruz Roja, que gestiona el proceso entre las partes.
Es uno de los asuntos del alto el fuego que más viene envenenando el ambiente. Israel asume que Hamás utiliza los cadáveres para ganar tiempo y que miente sobre cuántos ha conseguido localizar en una Gaza devastada, donde las excavadoras los buscan bajo los escombros. “Sabemos con certeza que puede traer con facilidad un número significativo de rehenes muertos”, dijo esta semana el ministro de Exteriores, Gideon Saar.
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
Source: elpais.com