El necesitado triunfo blanco impulsa el proyecto del técnico, que debe gestionar el desaire más grave del brasileño dentro de un vestuario con más de un morro torcido
La celebración a lo grande por el triunfo en un clásico de octubre evidenció el golpe mental de las cuatro derrotas recientes contra el Barcelona (siete goles a favor y 16 en contra), más otras sufridas ante rivales de nivel Champions (Arsenal, Liverpool, PSG o Atlético). El Madrid se desplegó el domingo con la energía de los necesitados y, favorecido también por la fragilidad defensiva azulgrana, terminó el choque con su mayor producción ofensiva del último año en este tipo de citas: 23 tiros, 10 de ellos a portería, y 3,6 tantos esperados (la métrica que mide la calidad de las ocasiones).
El problema de esta nueva etapa blanca no eran los resultados globales (15 triunfos en 18 partidos), sino su reiterada incapacidad para competir ante los grandes. “Era una victoria muy necesaria”, admitió Alonso, que se refirió al refuerzo emocional y futbolístico de la cita, de la que salió con cinco puntos sobre el Barça. Después de 13 encuentros desde agosto, el juego del Madrid no deslumbra, pero sí ha cortado la hemorragia de las líneas muy separadas —una de las torturas del último Carlo Ancelotti—, lo que le ha dado un mayor control sobre el césped. Del resto se ocupan Courtois y Mbappé, que ha marcado en 14 de las últimas 15 jornadas de Liga (20 dianas). La novedad táctica de colocar a Camavinga por la derecha también supuso un espaldarazo para la pizarra de Xabi, que no había salido bien parada contra el PSG y Atlético.
Los retos públicos del extremo tras algunas sustituciones, sumados a las rabietas en privado, han obligado al tolosarra a salirse de su hermetismo habitual en las ruedas de prensa a la hora de explicar sus decisiones. Después de no sacarlo de inicio contra el Marsella, desveló que había tardado dos días en acercarse a él para tratar el tema porque lo veía con el morro torcido y aseguró que los dos habían terminado la charla “con buenas sensaciones”. Al día siguiente, tras el nuevo enfado por cambiarlo contra el Espanyol en el 77, tuvo que admitir que “igual podía haber esperado un poco más”. Hace una semana, contó que antes de ir a Getafe había hablado con él para adelantarle que partiría desde el banquillo y que también podía ser decisivo así, como luego ocurrió. Y este domingo zanjó con un “ya hablaremos, por supuesto” el nuevo desplante de Vini, el más excesivo de todos los que acumula desde que el caso explotó con en Oviedo a mediados de agosto.
El brasileño trata de resintonizar su fútbol ante la realidad goleadora de Mbappé y en las últimas semanas había mejorado sus prestaciones. De hecho, contra el Barcelona acumuló cinco regates completados en 72 minutos, solo uno menos que los que sumó el curso pasado en sus 370 minutos frente a los culés. Tampoco la actividad de Rodrygo por la banda izquierda en esta nueva etapa ha desencadenado un gran debate sobre uno u otro.
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Source: elpais.com
