Los investigadores requisaron en abril el móvil y el ordenador del corredor, cuyo pasaporte biológico registró valores anómalos en cuatro ocasiones
A mediados de abril la policía antidopaje llamó a la puerta de Oier Lazkano en Andorra. Agentes de la International Testing Agency (ITA), la oficina independiente de control y gestión de los asuntos de dopaje de varias federaciones internacionales, acompañados de miembros de la UCO de la Guardia Civil especializados en la lucha contra el dopaje, informaron al ciclista vitoriano que le abrían un expediente de investigación después de haber observado que a lo largo de los tres años anteriores su pasaporte biológico había mostrado valores anómalos en cuatro ocasiones. Al corredor del Red Bull le dijeron, según fuentes cercanas a la investigación, que necesitaban que les proporcionara su teléfono móvil y su ordenador personal para volcarlos e indagar sus supuestas amistades con el hampa del dopaje, proveedores, médicos, colegas, entrenadores, y, más allá de su relación con Leo Piepoli, su entrenador oficial en el Movistar, sus posibles conexiones con entrenadores extremeños en sus años en el Caja Rural, equipo en el que pasó sus años como amateur, uno de los mejores que había conocido el ciclismo español. Un crack desde cadete que a los 25 años entregaba móvil y ordenador con su intimidad.
La visita, y su contenido, punto y seguido de un camino indagatorio de tres años, sintetizan en cierta forma la nueva forma de actuar de las agencias antidopaje y su uso de una artillería cada vez más pesada en un ambiente cada vez más complicado. Aunque las estadísticas que manejan les indican una prevalencia del dopaje en el deporte mundial superior al 20%, los análisis tradicionales en los laboratorios no detectan sustancias prohibidas en más allá de un 2% de muestras analizadas. El uso de la persistencia y la inteligencia como solución se acompaña en la lucha contra el dopaje de un reglamento tan estricto que considera que es un deber decir la verdad y que quien miente, conducta necesaria a veces para quien se defiende, merece una sanción aparte la propia del dopaje. Este castigo lo sufrió el atleta Mo Katir por modificar la fecha burdamente en una tarjeta de embarque que habría probado un viaje inopinado un día que no abrió la puerta a un controlador (una sanción de dos años se convirtió en cuatro), y le podría haber sido impuesto también, a mayores, a Lazkano si no hubiera entregado lo requerido: no colaborar equivale a obstruir.
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Source: elpais.com
