Un protocolo aplicado en 10.000 pacientes reveló que un 10% tenían la dolencia y no lo sabía
La albúmina, una proteína producida por el hígado que normalmente se encuentra en la sangre, se cuela a veces en la orina. Mala señal. Es el chivato de que los riñones no están haciendo bien su trabajo. Detectarlo es sencillo, se puede por menos de un euro por paciente, y los nefrólogos piden incluir un cribado para desenmascarar la enfermedad renal crónica, que lleva años creciendo y que puede frenarse si se actúa a tiempo.
Participaron 10.000 pacientes que fueron a sus centros de salud y que necesitaban análisis de algún tipo (no necesariamente por sospechas de enfermedad renal). A todos se les incluyó la prueba de la albúmina.
El Ministerio de Sanidad, en su estrategia de cronicidad, aprobada el pasado julio, ya incluye la prueba de la albúmina para detectar enfermedad renal en población de riesgo: personas mayores de 60 con diabetes, hipertensión, obesidad, fumadoras o que hayan tenido un evento cardiovascular. Las comunidades deberán implantarla de aquí a 2028.
“No solo se trata de encontrar enfermedad renal en personas sin factores de riesgo, que probablemente serán un porcentaje bajo. Lo que conseguiríamos es que no se escapase nadie que la padezca”, señala María Jesús Izquierdo, una de las autoras del estudio. Porque, como añade Didier Sánchez, otro de los firmantes, su protocolo no buscaba establecer una prevalencia de la enfermedad renal, sino localizar enfermos para comenzar a tratarlos.
Esto es importante porque hay fármacos efectivos para frenar la enfermedad renal si se ataja a tiempo, algo que a menudo no sucede porque, asegura Emilio Sánchez, presidente de la SEN, es una enfermedad silenciosa. “Siempre digo que nadie va a ir a su médico de cabecera a decirle: ‘Doctor, míreme porque yo tengo enfermedad renal crónica’. Porque no da ningún síntoma al principio”, agrega.
Además de localizar a pacientes con enfermedad renal crónica que no sabían que la sufrían, con el protocolo usado en Burgos (llamado ONDAAS) más de un 35% de los pacientes que ya la tenían diagnosticada fueron reclasificados a una categoría de mayor riesgo al añadir la albuminuria. También permitió identificar a un 16% de enfermos que necesitaban fármacos específicos que probablemente no se habrían indicado sin medir la albuminuria de esta prueba.
Hasta hace tres años había un par de fármacos útiles para frenar el deterioro renal, que también se usaban para el control de la tensión arterial y la insuficiencia cardíaca. Pero a partir de 2022 han surgido nuevos grupos terapéuticos (inhibidores del cotransportador sodioglucosático 2) que han conseguido frenar en un 25% los eventos renales. En general, subraya Sánchez, son “fármacos baratos”, financiados por el Sistema Nacional de Salud.
También están los agonistas de los receptores GLP-1 (la familia de medicamentos a la que pertenece el famoso Ozempic), que se ha usado para el control de la diabetes y cada vez muestran más efectos positivos en la salud de determinados pacientes. “Ahora se ve que reduce muy significativamente la progresión de la enfermedad renal crónica”, explica el nefrólogo. Sin embargo, no están por el momento indicados para este tratamiento.
El presidente de la SEN enfatiza en la importancia de la prueba de la albúmina sobre todo a población de riesgo: “Si tienes 60 años o más y eres diabético, hipertenso, fumador obeso o con un evento cardiovascular, casi seguro que vas a tener enfermedad renal crónica”.
Es una dolencia que no para de crecer y que tiene efectos muy negativos en la calidad de vida de las personas. 7.300 personas iniciaron tratamientos renales sustitutivos en 2024, según los últimos datos de la SEN, presentados esta semana. En total, hay en España 68.403 pacientes que precisan de diálisis (43%) o de un trasplante renal (57%).
La causa más frecuente que desencadena este fallo renal es la diabetes (24%), seguida de las glomerulonefritis (una inflamación en las pequeñas unidades de filtración de los riñones) y la enfermedad vascular (en torno al 14% ambas). El 67% de los pacientes que iniciaron estos tratamientos fueron hombres y un 60% tenía 65 años o más.
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Source: elpais.com
